El poder político, católico o no, ni puede obligar a abrazar la fe religiosa que no gusta, ni puede impedir abrazar y profesar una fe que gusta” SS. Juan Pablo I

Un día como Hoy, cambió el Mundo

Un día como hoy, hace ya 6 años estaba leyendo mails y navegando en Internet, cuando alguien dijo, vayan a la televisión. Lo que pasó después todos lo recordamos, un acto cruel de desesperación, que para muchos como yo, fue preparado, analizado y justificado por el mismo gobierno de EE.UU. para poder hacer todo lo que han hecho desde el 11 de septiembre de 2001 hacia acá. A fin de cuentas necesitaban un nuevo Pearl Harbor para concretizar sus acciones.

El 11 de Septiembre puede ser leído como una página de la historia humana, dramática y trágica. Revela quiénes somos. Somos seres capaces de salvajismo y barbarie, y simultáneamente, somos seres de solidaridad, manifestada maravillosamente en el mismo momento del atentado, pues el mundo entero se solidarizó con las víctimas y se movilizó a socorrerlas.

Quienes mataban y quienes socorrían eran seres humanos. Somos la coexistencia de una y otra cosa. La sabiduría cristiana siempre afirmó que la contradicción pasa por dentro del corazón de cada uno.

Dos opciones son posibles, y ambas profundamente humanas. La primera dice: la historia nos ha mostrado que la fraternidad nunca fue duradera y que las sociedades siempre se organizaron en relaciones de fuerza y de dominación. Levantamos la mirada para el cielo en busca de un poco de esperanza, pero la vista de los cadáveres destrozados y los lamentos de las víctimas nos impiden oír y ver una respuesta que nos ilumine. La indiferencia, el cinismo y el sentido de la tragedia universal son reacciones humanas comprensibles ante esta desolación.

La segunda dice: en medio de la tragedia siempre hay una mano que se extiende, un gesto que salva y una caricia que devuelve la confianza. Lo que conmovió al mundo fue la solidaridad del pueblo americano y universal, solidaridad que superó la comprensible rabia y dominó el deseo de venganza. Hacer justicia y castigar sí, pero no pagar el odio con otro odio mayor, al estilo de Bush.

¿Quién va a ganar? Humildemente, y con temor, confiamos en que la solidaridad tiene más futuro que las matanzas. Sin esta solidaridad el hombre tal vez no hubiese dado el salto de la animalidad hacia la humanidad, y no hubiéramos llegado a los días de hoy.

El remedio para nuestra demencia sólo puede venir de una mirada nueva hacia el otro. Ese otro tiene su existencia propia y merece una mirada de respeto y de acogida. En vez de dominarlo, subordinarlo o discriminarlo, podemos establecer con él una verdadera comunión fraterna.

Cuando Dios creó el mundo vio que todo era bueno, luchemos para que el mundo no sea nunca mas testigo de otro 11 de septiembre.

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