El poder político, católico o no, ni puede obligar a abrazar la fe religiosa que no gusta, ni puede impedir abrazar y profesar una fe que gusta” SS. Juan Pablo I

Siempre ha sido así, y nos hemos hecho de la vista gorda.

El abuso infantil siempre ha prevalecido en la industria de la música, pero es mas prominente en la música urbana. Muchos expositores han sido acusados en varios países de atentados contra menores de edad y a simple vista, un género cuyas letras cosifican a la mujer, hace apología de las drogas y usa menores en muchos de sus videoclips, no sorprende que se destape todo un escándalo, ante la supuesta red de explotación sexual de menores que tenía un renombrado artista del género.

En República Dominicana el abuso de menores es un problema con el que hemos convivido durante décadas. El país tiene una de las tasas más altas de abuso infantil en América Latina. En los últimos años, ha habido un aumento en el número de casos denunciados a las autoridades. Se estima que hay al menos 100,000 niños que son víctimas de abuso sexual. Este número no incluye a quienes han sido abusados pero no lo han denunciado a las autoridades.

El arresto en el dia de ayer de Steisy Peña, mejor conocida como la demente, viene a completar el expediente que se le prepara al exponente RochyRD y a la susodicha por supuesto abuso de menores y proxenetismo, pues acusan a ambos de tener una red en donde la demente le buscaba las menores y el artista urbano disfrutaba encuentros sexuales con las mismas. Nuestra cultura en los barrios hace que esto parezca normal, y de hecho, algunos defensores alegaron que en efecto, eso pasa todos los dias y que lo que hay es una cacería contra el artista.

Por mucho tiempo hemos sabido que el llamado género urbano estaba trayendo malos ejemplos a los jóvenes de nuestros barrios. Veiamos el tema de las drogas en las canciones, las letras explícitas, la apología del consigue dinero rápido y los escándalos que de cuando en vez protagonizan sus interpretes y nos quedábamos callados, a lo sumo reíamos y decíamos que eso era la realidad del barrio, lo que ellos viven.

Hoy, esperamos que esto no sea lo que destape una caja de pandora en la que empecemos a ver la irresponsabilidad de una sociedad que le ha dado la espalda a toda una generación, que solamente tiene como modelos a seguir a esos cantantes urbanos. Siempre fue así, lo hemos tenido de frente, pero hemos preferido hacernos de la vista gorda.

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